Debo cuidarme de ti


De veras, debo cuidarme de ti...
Tus ojos disparan delirio con una irresponsabilidad admirable. No mides la soltura con que tu boca mira mi boca con total rebeldía y luego reclama disculparse con una sonrisa serena que me deja desprotegido y desamparado ante tal embrujo. Peligroso, excitante pecado. Tus dedos inflamables advierten con picardía que si no tengo cuidado podría resumirme  a un puñado de cenizas en tus brazos. Contigo puedo morir enseguida, hecho polvo, trizas, tendido en el piso, fulminado; con un beso amargo que es como daga punzante en el alma, o con un gesto tuyo que arrase con todo. Es un riesgo, una catástrofe tenerte cerca, no tanto por lo que eres capaz de hacer y deshacer con mi humanidad, sino porque este cuerpo, mi cuerpo, desea con fervor y locura que lo aniquiles todo, incluso a ti misma.

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