III ¡HAY QUE ENSUCIARSE! ¿Y qué haré con tanta paz? Maldito el momento en que la calma se apodera de mi casa, y el silencio es un ruido ensordecedor, y mi memoria una videocámara que se repite una y otra vez, y los recuerdos que habían pasado a mejor vida resucitan, y el televisor es un revolver que dispara estupideces, y todo lo que tengo se vuelve nada, y pienso en la tregua que me impuse y quisiera mandarla al demonio con todo y orgullo, pero, ¿Y tú? ¿Dónde queda la parte donde le das una patada en el trasero a tu orgullo? y vienes hasta aquí y me das la cara, y me insultas con todo ese amor que necesito, clavando en mí, como una daga, ese “te odio” que tú me guardas. Quiero verte, verte de cerca punzando mi esperanza con ese “no lo intentes”, ese que tanto practicas para cuando me oponga. Deseo ese caos, esa furia desatada de tus palabras gélidas y audaces, que la aburrida monotonía de esta irremediable e inútil tranquilidad. Ellos tienen razón, mejor me emborrac