Carta a una Mengana.
A ti. Ayer recibí tu noticia de que te irías del país. Fingí que no me afecto en lo más mínimo, pero lo cierto era que moría por dentro. Por un momento imagine los días venideros sin verte cuando pasará por la calle Buenavista , donde siempre estabas asomada en tu balcón con una sonrisa que se fundía con la claridad de las mañanas. Recuerdo que siempre pasaba por esa calle sólo para verte allí cual fiel admirador secreto. Cada mañana al salir de mi casa me decía a mi mismo: “Esta vez te invitare a salir”, pero mi cobardía me llevaba seguir de largo en el camino con una tristeza insondable y con la pena de no haberte dicho nada. Recuerdo también cuando te vi llorar por aquel muchacho de mala fama. Te vi y de una forma quise curar tu desdicha con mi mirada. Tú también me miraste y a pesar de las lágrimas fue una mirada dulce que se quedo tatuada en mi memoria por largo tiempo. Pero ahora; ahora es tarde. Tu estas rumbo a irte a otro pueblo, a otras tierras, a otro bal