¿Te pasará lo mismo? Me pregunto.


De pronto empiezo a sentir pesada tú no presencia. Un extraño hormigueo en el cuerpo me lleva a aborrecer todos los caminos existentes a casa. Ninguno me lleva a ti. O a un lugar que se parezca a ti, o que te haya visto caminar por sus calles, que te haya oído hablar, en el que hayas dejado la más mínima huella de tu aroma en el aire flotando a la espera de que alguien pase, se detenga a olerla con suma añoranza y le otorgue un nombre, un rostro, y al hacerlo te reconozca. Ninguna de estas calles me lleva a ti. A veces suelo creer que si elijo otra ruta de regreso, alterna a la ya conocida por mis pies que parecen tener memoria, quizá un atajo, otro autobús, quizá si doblo una calle antes, encuentre un camino nuevo con semáforos, y edificios, y arboles, y señales de tránsito que sepan a ciencia cierta de tu existencia. Que comprendan la utópica urgencia por hallarte sin hallarte. Como queriendo reconocerte en otras cosas, en otro cuerpo que no es tu cuerpo, en otra especie que no es tu especie, en otra existencia ajena de tu existencia. ¿Te pasará lo mismo? Me pregunto.


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