Otra vez, Bienvenida.


Encontré, casi de manera insospechada, un nuevo resurgir de mi alma en el justo momento en el que pasaste por mi camino. Una luz incandescente se hizo presente como la prueba firme de que el milagro se había hecho realidad: Nos habíamos encontrado el uno al otro, intactos e ilesos ante la larga ausencia de nuestros cuerpos. Te reconocí, me reconociste, y sin mediar palabras, me besaste como en acto de bienvenida, aunque ya, en nuestros corazones, yacía la dulce afirmación de que tanto tu boca, como la mía, se habían conocido ya hace mucho tiempo. 


Comentarios

Entradas populares de este blog

Utopías para merendar : La ciudad de los mutantes por Ana Black

¿Te pasará lo mismo? Me pregunto.

Aquella Noche...