Estas manos que gritan
I
¡EMPIEZA, MEQUETREFE, EMPIEZA!
A la memoria y obra de Charles Bukowski
He vuelto a caer.
Me he sumergido lentamente en la miserable y lejana fachada
de tu recuerdo. Caigo dolorosamente en este precipicio que lleva tu nombre.
Resbalo de la barandilla como un gato sin sus nueves vidas. Estoy en el último
piso de un rascacielos con la mirada perdida hacia el suelo. Estoy petrificado,
asustado, muerto. ¿Qué he hecho? Me pregunto. Sentado, oyendo los demonios en
mi cabeza mezclándose con el golpeteo milagroso de las teclas del computador.
Esto es mi bocanada de aliento, mi otro respiro, mi otra vida. Este soy yo,
siendo sólo palabras resueltas y libres, siendo la catarsis de mis silencios,
siendo mis manos ansiosas de crear arte. He vuelto a caer, y en el charco del
suelo veo mi cara reflejada acechándome. ¿Qué intentara decirme? O ¿Qué
intentara callar? Estoy descendiendo cada vez más rápido. Veo nombres, rostros,
números ardiendo atrozmente que voy dejando atrás en ésta bizarra caída. Soy
como un objeto en una prueba de Newton. Soy sólo masa, peso, volumen en un
descenso. ¿Acaso seré sólo eso? Que alguien apague mi cerebro, desenchufe mi
conciencia, que extirpen los susurros en mi cabeza. He vuelto a caer, y esta
vez es más honda la caída. A veces creo que no soy el de estas manos, ni el de
este cuerpo, ni el de estas palabras. A veces creo que es alguien más el que me
mira en el espejo, que es un espía el de mi sombra, un roba sueños el de mis
desvelos. “Empieza, empieza, empieza”, sólo puedo oírle decir eso: “¡Empieza!”.
Desordena mi cama, enciende las luces, abre el grifo del baño, enciende el
televisor. A veces lo maldigo en silencio hasta hacer crujir mis dientes, fumo un par de cigarros, y en cada bocanada,
en cada jalón de nicotina que respiro y suspiro imagino que me escapo en el
humo para no convivir más con él. Pero sólo puedo llegar a eso: imaginarlo. La imaginación es gloria, es una mujer
semidesnuda en lo oscuro esperándome. Quiero fornicar toda la noche con ella,
desvirtuarla, despojarla, desvirgarla de toda su gloria pero está oscuro y no
encuentro el interruptor de la luz. Dejaste trampas, trucos peligrosos en cada
rincón de las cuatro paredes de mi cerebro. Dejaste acertijos, túneles, minas
escondidas en lugares estratégicos, puentes indestructibles, bóvedas
impenetrables, dejaste fechas y apodos extraños, y perfumes y caricias. Antes
era más fácil ser yo sin tenerte a ti. “¡Empieza, Mequetrefe, Empieza!”.
Comentarios
Saludos, colega.