¿Te acuerdas, Eliana?

¿Te acuerdas, Eliana? De las aceras maquilladas de tiza y pisadas traviesas, del correteo de los muchachos jugando a las escondidas, de Doña María apilando el maíz con sus manos llenas de arrugas, de Don Fabián y su bodega escaza de marketing, de cómo dejábamos desnudas las matas de mango y allí pasábamos la tarde sin prisa y preocupaciones, era hermoso ver tus cachetes llenos de mango: ¡Una poesía, un hermoso paisaje!

Te acuerdas de cómo nos reuníamos todos los del barrio a reírnos de cualquier cosa, y tú mirabas mi cara de atontado sabiendo que desde el otro lado de la rueda estaba yo muriéndome por besarte, pero hiciste tuyo mi inocencia y la estropeaste y me hiciste triza el corazón de la manera más tierna y dolorosa posible. Éramos felices, Eliana, tan felices que me duele recordarlo ahora, cuando ya no somos tan niños y ya no jugamos a las escondidas.

         ¿Te acuerdas Eliana? Yo era un flacucho que no conocía los juegos peligrosos de tus ojos, un recién llegado a tu barrio, un forastero que amo tus travesuras, un muchachito que se creyó hacerse grande al conocer tus besos. Cuanto me doliste y cuanto me enseñaste, Eliana.

         Pero nunca, nunca olvidare tus cabellos castaños y tu piel blanca como perlas, tus ojos que eran como un atardecer en acuarela; como olvidarlo Eliana, como olvidarlo, si me regalaste las primeras mariposas en el estómago, si fuiste mi primer tormento y mi primera alegría, si te recuerdo ahora y después de tanto tiempo llegan a mi mente con exacta claridad ese día cuando me dijiste: “Ya no quiero ser tu novia” ¿Te acuerdas Eliana? Que felices éramos.

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