Mientras me muevo



Te llevo conmigo entre la opresión del tráfico,
entre la estancada carretera del olvido,
en la metamorfosis del semáforo que cambia de verde
a amarillo,
entre el smog y las señales de tránsito,
entre mi yo pasajero y el ruido.

Te llevo conmigo por esta avenida que va sola y
abandonada,
entre las redomas y los retornos que dan a tu mirada.

Te llevo conmigo mientras me muevo
o cuando soy un cuerpo inerte que mira por la ventana
a otros pasajeros,
e imagino que eres tú la que cruza la calle
o la que espera el bus que te lleve a mi destino.

Te llevo conmigo en la hora pico
y en la prisa de los conductores,
en el primer farol que se enciende al caer la tarde,
en la aridez de mis pasos en la acera.
Te llevo conmigo, mujer, por donde quiera
y en donde no quiera, allí te consigo.

Eres un aviso de ¡No Pare! que me mira y me saluda,
la sensación extraña de encontrarte en las calles,
el júbilo de creer que si cruzo en aquella esquina
estarás allí, esperándome.

Te llevo conmigo mientras me muevo,
mientras soy un “No te olvido” en el concreto,
o  un edificio alto un “Hasta luego”.

Te llevo conmigo entre las vallas publicitarias
y la tristeza del niño que llora al otro lado del camino,
entre la melancolía de los que van y vienen,
como yo, sin rumbo fijo.

Tu recuerdo es el puente donde transito,
el vaivén de los parabrisas que sacuden la lluvia,
una hoja de periódico dando brincos en el aire,
y un letrero fluorescente que parece dibujarte.

La calle es la versión urbana de tus pecas,
un vestigio de todo lo que te doy y me dejas,
el cortometraje absurdo de tu silencio,
una venta al dos por uno, los malabares de los intrépidos,
la plaza concurrida, una pareja que se saluda,
se abraza y se besa.
Eres la sorpresa terca de mis rutinas,
la ciudad vestida con tus muecas.
Te llevo conmigo,
de norte a sur,
en la estación del metro y los autobuses,
en la casetas telefónica aferradas a la acera,
en sentido contrario, y contrariando mis sentidos,
te llevo conmigo mientras me muevo,
amor mío...

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