Te fuiste con la lluvia...



Sabía que no era sólo una cuestión de azar y casualidades. Tu paraguas negro casi a lo lejos era la señal perfecta de que existía un Dios. Quise correr, correr con todas mis fuerzas y alcanzarte con un beso. Quise cubrirte de la lluvia con un abrazo impermeable. Me detuve. El tiempo se detuvo, pero el agua no dejaba de caer sobre mí. Eran gotas pesadas que morían en mi cuerpo rogándome que reaccionara, que no te dejara ir. Los truenos. De pronto desde las nubes alguien grito muy fuerte. Sentía que el cielo se resquebrajaba sobre mí. Mi corazón empapado se encogió, y las piernas me temblaban. Debí correr. Debí saltar cada charco del camino, tomarte del brazo y llevarte de nuevo a mi cama. Debí morir, morir allí y renacer entre la lluvia cómo una gota de rocío, como una lagrima, como la humedad de mis ventanas empañadas. Debí ser yo o ser otro, pero por lo menos ser alguien.Pero no lo fui, y tú te fuiste, con tu paraguas negro, con mi esperanza empapada, con tu soberbia y mi cobardía, con la brisa húmeda de aquel “hasta nunca”, con todos los árboles de aquella mañana, con los charcos que nunca salté, con aquel beso mojado que no te di, te fuiste conmigo y sin mí… Te fuiste con la lluvia.

Comentarios

Alana Puche ha dicho que…
¡Me encantó!
"... te fuiste con la brisa húmeda de aquel hasta nunca". ¿Por qué ser cobardes? No ganamos nada con eso, sólo perdemos... una y otra y otra vez, hasta que dejamos ir algo tan importante, tan esencial que es allí y sólo allí cuando nos damos cuenta de lo que hemos estado haciendo.
No soy quién para hablar de valentía, pero... yo serí capaz de ir tras el amor de mi vida fuera cual fuera la situación.
Unknown ha dicho que…
¡Gracias!
Encantado de igual forma de que me leyeras. Yo tampoco soy quien para hablar de valentía, pero he aprendido que el amor está lleno de impulsos, y sí a veces, no se aprovecha el impulso en el momento justo, podemos perder muchas cosas.

-Saludos, Aldana.

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