¿Y dónde están las sandalias...?

Era un domingo cualquiera, todo estaba sereno y calmado como debería ser, porque claro, era domingo. Yo estaba en casa haciendo uno que otro oficio hogareño; el día no pintaba para muchos planes, quizás una buena película, chatear hasta tarde o simplemente dormir. En la tarde recibí un llamado de unos amigos que querían romper con el aburrido esquema del “séptimo día”, así que pensaron que sería buena idea venir a mi casa a joderme la vida un rato. Creo que hasta para mí eso es mejor que quedarse sin hacer nada un domingo. En fin, ellos llegaron con aires de querer inventar algo: ir a la playa, jugar pool, póker, beber… cualquier cosa que implicara “joder”. Resolvimos salir al Boulevard y allí planear que haríamos. Desde luego fuimos, y caminamos un par de veces sin encontrar nada interesante. 

A la media hora cada uno tenía cara de “Y ahora que hacemos”, hasta que llegamos a un acuerdo: Comprar algo de Vodka y beber lo que quedaba del día hasta que la botella se evaporara, o hasta que alguien dejara el hígado pegado de la acera...Aunque era más probable que pasara lo primero que lo segundo, ya que nuestro presupuesto era poco. Nos sentamos en un lugar cerca de la playa a beber y a hablar de temas variados (hablar paja), cada uno contando lo que les había pasado en la semana, los  “chalequeos” de la universidad; uno que otro cuento amoroso… nada fuera de lo común, aun así, el domingo parecía diferente. 


De pronto suena mi celular. Era una amiga que me llamaba preguntando donde estaba, porque tenía ganas de salir. Así que le dije donde estaba, animándola a venir para así unirse a nuestra improvisada “Jodienda Dominguera”. Pasaron 20 minutos y ella había llegado, tenía puesto un…. no sé cómo se llaman… vestido/falda, se podría decir que playero de color blanco muy llamativo que le hacía lucir muy bien, y unas sandalias muy coquetas color rosado o fucsia, no sabía bien, en esos momentos no cargaba mis lentes, (¿O era el efecto del Vodka?)... Le presente a los que andaban conmigo, los cuales se habían adueñado ferozmente de la pobre botella de licor. Ella afirmo con un: “Hola, mucho gusto”, a todos. Ellos siguieron hablando de lo suyo, mientras yo conversaba con mi amiga. Hablamos y reímos como por 20 minutos más. Yo recordé que ella días anteriores me había mencionado que le gustaría algún día caminar por la playa de noche, y justo cuando iba a hacerle mención de ello, se me adelanta diciendo: “Conchale tengo ganas de ir a la playa y caminar”. Sonreí, y le dije: “Pues vamos”.






Nos despedimos de los demás y caminamos hasta la playa continuando con la charla y las risas. Al llegar, ella se quito sus sandalias rosadas o fucsia, aun no sabía bien que color eran, (¿O era el efecto del Vodka?), y desnudó sus pies ante la arena. Yo la acompañe quitando mis zapatos. Caminamos con los pies descalzos por la orilla de la playa, dejando que el agua nos mojara un poco. Ella empieza hablarme de estrellas y constelaciones… señalándome a los “Tres reyes magos” en el cielo…aunque yo lo que veía era que la noche se veía escaza de estrellas (¿O quizás era el efecto del Vodka?), de igual forma todo me parecía chistoso pero agradable.

Siguiendo con nuestra caminata nocturna playera, nos topamos con un tronco bien grande que hacía muy bien de silla/sofá. Sin pensarlo mucho, improvisamos y nos sentamos allí. Los dos nos quedamos un instante disfrutando del paisaje y del momento; aunque de pronto noté que el mar estaba muy violento, con olas muy fuerte que hacían que el agua rebasara nuestros pies a pesar de que nos encontrábamos lejos de la misma. Aleje un poco de mi mente ese detalle y seguí hablando con ella, contándole un par de anécdotas de mi niñez y una que otra veces que había venido a la playa a pensar y despejar la mente. De igual forma, ella continuó contándome las muchas veces que había venido sola a la playa cuando había tenido un día no muy bueno, por no decir malo, pero que nunca antes había venido de noche. Pasada la media hora, ella me dice que ya tiene que irse porque ya era un poco tarde, nos paramos de nuestro mueble improvisado pero de pronto, nos percatamos de algo, bueno, más bien ella lo noto primero que yo, porque al instante oí: ¿Y DONDE ESTÁN MIS SANDALIAS?... Asustada, sin explicación, pero con una sonrisa en su cara, mi amiga me pregunta si las he visto, si era un juego mío  pues que no era de su agrado… Pero yo, aun con más risa de la que ella tenía y con algo de susto, (desde luego), le respondí que no las había tomado y que no sabía dónde estaban…Nos quedamos por un momento viéndonos las caras tratando de explicar aquella desaparición tan paranormal… Por un momento pensé: ¿Será que ella vino descalza y por el efecto del Vodka la imagine con unas sandalias rosadas o fucsia?, ó ¿Será que el Cangrejo “Ña Ña Ña Ña” se las llevo y se las está rematando a unas Cangrejas?

EL MAAAAR!!! Fue lo que ella exhalo vivazmente señalándome que la playa se había llevado sus sandalias… En ese momento mis dos teorías sobre la desaparición de las sandalias se desvanecían en mi mente. Por lo menos sabía que mi capacidad de razonar no había sido estimulada por el licor y que SI existían las benditas sandalias rosadas o fucsias; eso aun no lo sabía. Ella (ni Yo) podíamos creerlo. Nos reímos mutuamente tratando de entender tan incrédula desaparición, mientras mirábamos al mar imaginando como en cada ola que venía e iba, flotaban sus sandalias sin ningún salvavidas. Intentamos adentrarnos un poco al agua para ver si las encontrábamos, pero todo estaba oscuro, difícil de ver y el mar tenía cara de perro. Tan sólo conseguimos que nos mojáramos más la ropa… En uno de esos vaivenes, con una fuerza sobrenatural, ella consigue arrebatarle al mar lo que parecía ser sus sandalias, de hecho si lo eran, pero solo era una sola sandalia, expresándome así un emocionado: ¡ENCONTRE UNAA!...

No pude seguir riéndome de tan disparatado momento, y fue allí donde recordé la frase aquella: “Lo que le das a la Naturaleza, ella te lo devuelve”… en este caso, solo nos devolvió la mitad. Terminamos yéndonos, ella con una sandalia menos, su ropa mojada y la experiencia trágica (pero graciosa) de ser robada por la naturaleza. Yo por otro lado, me fui con los zapatos mojados, pero completos (gracias a dios); pensando que a lo mejor el Vodka podría tener efectos colaterales en la mente haciéndote imaginar personajes animados de cuñas televisivas con rasgos de buhoneros… (Creo que dejare de tomar Vodka); y, sobre todo que a veces, la Naturaleza no sabe distinguir si es Lunes, Martes, Diciembre, Día del Estudiante, Quincena, o si es un Domingo de esos serenos y tranquilos para jugarte una mala pasada.

PD.: Hay recompensa para el que encuentre la sandalia (la otra), de mi amiga! 



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